Dentro del ambiente de los aficionados a la construcción y el bricolaje, se acostumbra usar los términos cemento, mortero y hormigón como sinónimos. Por ejemplo, las tres palabras suelen utilizarse para denominar a la mezcla de materiales que forman un compuesto que puede usarse para unir ladrillos o bloques para armar una estructura, aunque en realidad de trata de cosas bien diferentes.
El mortero es, en realidad, una mezcla de arena y cemento (también puede incluir cal) que se usa para unir ladrillos y bloques para formar muros y otras estructuras. El agua también se agrega a la mezcla para activar el cemento y endurecer toda la mezcla.
El hormigón, si bien usa materiales base similares al mortero (cemento, arena, etc.), también incluye grava u otro material similar. Su uso principal es formar una base sólida sobre la cual construir o sostener elementos tales como postes de cercas, estructura de acero, etc. firmemente en su lugar. También se agrega agua a la mezcla (en las cantidades deseadas) para activar el cemento y comenzar el proceso de curado.
El cemento es esencialmente el elemento de unión en cualquier mezcla. Cuando se combina con agua se cura, se endurece y se une a cualquier otra cosa, se mezcla para formar una masa sólida. Muy a menudo se conoce como cemento Portland debido a que su color se asemeja al de las canteras que se encuentran en la isla de Portland en Gran Bretaña.
Como puede verse en lo expuesto en los párrafos anteriores, todos estos materiales son esencialmente sustancias y mezclas diferentes y cada una tiene un uso muy específico, por lo que es importante no confundirlos.
Por ejemplo, si se usara una mezcla de mortero para formar una base sólida en lugar del hormigón (también conocido como concreto) casi con certeza carecería de la rigidez necesaria para soportar cualquier cosa construida encima de ella, lo que llevaría a una falla o al posible colapso con el paso del tiempo.
En esencia, el hormigón es una mezcla mucho más fuerte que el mortero. Esto puede llevar a muchos a pensar que todo se solucionaría con producir un mortero tan fuerte como el concreto. Sin embargo, existen algunos buenos motivos para no hacerlo.
Principalmente, no es conveniente que el mortero sea tan sólido como el hormigón, porque, al usarse aquél para unir ladrillos y bloques para formar una pared, se verá sometido al desplazamiento propio de los fenómenos normales de expansión y contracción de los materiales, al asentamiento de las estructuras y al movimiento del suelo, entre otros.
Los ladrillos son la parte más fuerte de la pared, y el mortero más débil, pudiéndose romper y desmoronarse por la acción de los factores antes mencionados, mientras que los bloques permanecen intactos. Ante estas situaciones, el mortero puede ser fácilmente quitado de la pared y reemplazado por una nueva aplicación.
En cambio, si el material de unión fuera tan duro como el hormigón, los desplazamientos, contracciones y expansiones podrían terminar fracturando tanto a la argamasa como a los ladrillos, obligando a la reconstrucción del muro, lo que implicaría una mayor inversión de dinero, tiempo y trabajo.