Todas las superficies de mampostería pueden agrietarse, desmenuzarse o desprenderse, y el caso de las paredes de piedra no es la excepción, más teniendo en cuenta que, por estar en el exterior, se encuentran sometidas a los efectos del agua, el hielo, el viento y el sol, entre otros factores físicos.
A pesar de la resistencia del material con que están hechos, esta clase de muros puede presentar distintos signos de desgaste, como la aparición de grietas o la rotura directa de alguna de las piedras que los componen, o la pérdida del mortero que las mantiene unidas al conjunto.